lunes, 7 de abril de 2008

La humildad puede con la fama

Francisco Mérida

Samuel Acosta

Era un gran día en nuestro calendario, era obligatorio llegar puntual tras escuchar la bronca que en días anteriores varios compañeros de equipo se habían llevado por parte de nuestra entrenadora.


Había que presentarse en el terreno de juego a las 12:45. Esa hora se acercaba y, a pocos minutos, me encontraba con mi amigo Kike por los alrededores del estadio. Fuimos abordados por unas aficionadas mientras caminábamos y empezaron a pedirnos lo típico como autógrafos, cigarros...etc


De repente noté un pálpito y miré el reloj: marcaba las 12:43 y le advertí de que la hora se acercaba y que deberíamos darnos prisa si queríamos jugar, ya que la entrenadora era poco flexible en esos temas. Él me miró de manera superficial y arrogante como diciéndome: “Soy famoso, nada puede afectarme”, y todo eso acompañado de unos pasos pausados pero con aire chulesco.


Me dijo: “Vete tú, yo iré cuando acabe de servir a estas señoritas". Me quedé perplejo ante su actitud y yo me fui del lugar tomando el pertinente atajo que me permitiría llegar a tiempo a mi lugar en el vestuario.


Nada más llegar, la entrenadora me dijo: “¿Por qué llegas tan apurado de tiempo?”, pero, antes de abrir mi incipiente boca, el capitán del equipo, Francisco, preguntó: “¿Dónde está Kike?”. La entrenadora pareció olvidarme por momentos ya que vio por las pequeñas pero pulcras ventanas la figura de Kike, que era acompañada de un paso suave y aparsimoniado y con apariencia de ser allí el que controlaba; andaba decidido hacia el atajo cuando la entrenadora, ante tal actitud, que ahora parecía decir “soy más listo que tú, entrenadora”, le cerró el atajo, por lo que su cara cambió completamente. Habían pasado más de diez minutos de la hora a la que debería estar y, en ese justo momento, le entraron prisas y corrió por los aledaños de los vestuarios hasta llegar a la puerta de entrada principal del vestuario.


La entrenadora lo dejó sin convocar e incluso pensó en la expulsión del equipo por unos días, pero, al fin, lo reconsideró y le mandó unos entrenamientos extras.

Kike se arrepintió de su comportamiento pero ya era tarde. Desde ese día, en el vestuario se le conoce con un mote muy cariñoso que quizás revele en un próximo documento.

















































































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